Doña Ramoncita no es una criaturita de los envases. Con el doña prematuro le han impuesto un abolengo que aspira a genuflexiones de gañanes y temporeros en las visitas a sus predios, a convertirse en parte del elenco –en calidad de despótica dominadora de un imperio manchego de melonares– de un futuro culebrón agrícola.
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